Comencé llegando a Viena por tren. Ya la estación se veía distinta al resto de las ciudades europeas: gente de todos los países, preocupadas por sus horarios de viajes, quizá por sus rutinas laborales, iban y venían en los andenes. Luego en auto, recorriendo con mis ojos la belleza de las viviendas, de los edificios históricos, del detalle de la limpieza, el orden, los colores y la gente. Todo eso me impresionó desde un principio, e hizo que me enamorara perdidamente de esta adorable ciudad.
Catedral de San Esteban
Mi visita turística a la capital austriaca arrancó al día siguiente yendo a la Catedral de San Esteban. Imponente desde dentro, descubrí que es el símbolo religioso más importante de Viena, y data del año 1147. Su estilo románico, sus portales, el interior oscuro y penetrante y el sonido de sus campanas te transportan a una atmósfera de otro siglo, recordando los gloriosos coliseos y mausoleos romanos. Casualmente mientras la recorría sonaba de fondo un coro delicado; me quedé por minutos escuchándolo, logrando un poco de silencio interior.
Monumento a la Peste Negra
De allí caminando por una calle central me topé con el monumento que recuerda los años en que Viena quedó subsumida y diezmada por la peste negra, en el siglo XVII. Me quedé contemplándolo, pensando todas aquellas personas que murieron sin esperanza alguna de curación por esta horrorosa enfermedad de las pulgas y roedores.
Palacio y jardines de Schönbrunn
A continuación visité los jardines del palacio de Schönbrunn y me quedé perpleja al ver lo prolijo y cuidado que se encontraba el pasto que rodeaba estos jardines del palacio. Nunca en mi vida había visto semejante prolijidad y color en la naturaleza. Luego quedé maravillada por la enormidad del palacio que en ese entonces funcionaba como residencia de verano de la familia Habsburgo. La forma en que se le dio al pasto cortado, la delicadeza que emanan las flores y sus variados colores, y el silencio que acompañaba el paseo hicieron que viviera una tarde espléndida, caminando a lo largo de ellos.
La calle de María Auxiliadora – Mariahilferstrasse
El último lugar que recorrí en Viena fue la calle Mariahilferstrasse. Una calle peatonal, donde pude disfrutar una gran variedad de comercios y shoppings, mezclada con edificios históricos e iglesias, principalmente la Iglesia de María Auxiliadora. Allí me detuve en uno de los shoppings más famosos de la ciudad, el Centro Comercial Gerngross, para ir a un restaurante y comer algún plato típico vienés: una Wiener Schnitzel (un tipo de milanesa acompañada con ensalada) y de postre unas galletitas dulces de vainilla con nueces y almendras llamadas Vanillekipferl.
Y así que es Viena …
….inesperadamente se ganó un lugar en mi vida. Una ciudad que quedó alojada en mi corazón, una ciudad que considero a partir de esos momentos mi primer destino turístico cuando me encuentre en el viejo continente, una ciudad que emana dulzura, paz y belleza y a su vez respeto, historia y tradición: esa ciudad fue Viena, y es la ciudad que recomiendo que todo turista vaya si se encuentra cerca de allí o ni bien tenga oportunidad de hacerse una escapada al corazón de Europa.
Experiencia de María Eugenia. Puedes encontrar su blog aqui.